Feria del vino en Miami Beach

Daniel Shoer Roth

dshoer@elnuevoherald.com



 
 

Miami está lejos del Valle del Napa, en California y la principal región vinícola del país, pero para cientos de bodegueros europeos y latinoamericanos es la puerta de entrada para competir en el boyante mercado de vinos del país.
Precisamente buscando distribuidores y compradores que les permitan llegar al paladar de millones, decenas de productores extranjeros se dieron cita el domingo en el Centro de Convenciones de Miami Beach en una de las grandes fiestas enológicas de la industria.
La Feria Internacional del Vino de Miami, que cumplió su décimo aniversario, atrajo a cientos de enólogos, productores, distribuidores, consultores y minoristas de la preciada y milenaria bebida de la vid fermentada.
“Todos los que están acá andan desesperados por entrar en el competitivo mercado norteamericano”, dijo Cecilia Santamarina, asesora de bodegas argentinas. “Como hay muchos buenos vinos en el mercado, hay que llegar con un buen vino a un buen precio”.
Estados Unidos desbancó el año pasado a Francia como el primer consumidor de vino del mundo, según el Instituto del Vino de California. El mercado norteamericano alcanzó casi 330 millones de cajas, por un valor de venta estimado en $30,000 millones. En Francia, el consumo fue de 320 millones de cajas.
David Bernad, español de 36 años que fundó y preside la feria en Miami, destacó la presencia de bodegas argentinas, chilenas, francesas, italianas y españolas. En total se presentaron 1,300 vinos para catar.
“Esto comenzó como una feria para el mercado de la Florida exclusivamente porque pensé que había potencial en el estado”, comentó Bernad entre sorbos de vino. “Pero se ha convertido en algo nacional porque muchas compañías extranjeras están buscando distribuir sus productos en todo el país”.
Bernad calculó que las ventas generadas en la feria podrían rondar los $26 millones y superar medio millón de cajas de vino.
Ozzie Riverol, cubano de 52 años que se dedica a la venta de vinos y licores en Wine Shoppe, cerca de Coral Gables, visitó varios puestos de exhibición para catar numerosos vinos. Si encuentra uno que le guste, afirmó, está dispuesto a hacer el enlace entre el productor y el importador para que eventualmente el producto llegue a su tienda.
Riverol es ingeniero y se quedó sin empleo hace nueve años. Como había vivido anteriormente en Francia y era amante del vino, se animó a lanzar el negocio.
“Convertí mi hobby en profesión”, comentó Riverol, quien dijo estar alegre de que la feria este año no se abriera al público general, como en ediciones anteriores, sino sólo a los profesionales.
“No hay tanto desorden como en otros años”, agregó. “Uno tiene más oportunidad de hablar con los representantes y probar los vinos”.
Uno de los empresarios que serpenteó por la feria risueño y saludando a decenas de participantes fue Diego Lozano, dueño del popular restaurante Diego’s, en Coral Gables.
No estaba comprando ni vendiendo vinos, sino ayudando a una empresa vinícola española, Señorío de Monteviejo —con bodegas en La Rioja y Tudela del Duero— a poner el pie en el mercado norteamericano.
“Yo soy un competidor para que los italianos no estén por encima de nosotros en productos vinícolas ni alimenticios”, confesó Lozano, al agarrar dos copas de vino para él y un allegado. Brindaron y luego Lozano afirmó: “El vino es salud”.

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