Si bebes alcohol hay un mayor riesgo de cáncer… o todo lo contrario

Por AARON E. CARROLL 14 de noviembre de 2017
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Algunos estudios incluso han indicado que beber alcohol con moderación puede proteger contra algunos tipos de cáncer. CreditTony Cenicola/The New York Times


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El título provocó un ataque de pánico entre algunos de mis amigos.

Con base en evidencia, la Asociación Estadounidense de Oncología Clínica advirtió que incluso beber poco alcohol puede aumentar el riesgo de padecer cáncer.

Una vez más nos informan que algo que comemos o bebemos nos va a matar. Una vez más tenemos una oportunidad: discutir de una forma menos alarmista sobre el riesgo —y cómo se comunica— puede hacernos más felices y quizá más saludables.

Comencemos con el hecho de que es fácil utilizar estudios para hablar sobre el cáncer. Nada lo ilustra mejor que el estudio clásico de 2013 que analizó la investigación sobre cuarenta ingredientes típicos seleccionados de un libro de cocina común y corriente. Los investigadores descubrieron 264 estudios diferentes que se referían a por lo menos uno de esos ingredientes. ¿Su conclusión? Depende de dónde busques, puedes encontrar evidencia que afirma que casi todo lo que comemos se asocia tanto con altos índices de cáncer como con bajos índices de cáncer.

EXPLORA NYTIMES.COM/ES


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El meollo del comunicado de la sociedad de oncología es que existe una cantidad razonable de evidencia que sugiere una asociación entre algunos tipos de cáncer y el alcohol (específicamente, se refiere al cáncer orofaríngeo y de laringe, al cáncer del esófago, al carcinoma hepatocelular, al cáncer de mama y de colon). Reconoce que los mayores riesgos se presentan en aquellos que beben mucho, pero advierte que incluso beber con moderación puede aumentar el riesgo de cáncer. En Estados Unidos, dice además el comunicado, 3,5 por ciento de las muertes por cáncer son atribuidas al alcohol.

Por supuesto, esto significa que 96,5 por ciento de las muertes por cáncer no son atribuidas al alcohol. Si eliminamos la ingesta de alcohol en exceso, que nadie considera saludable y en la que el vínculo entre el consumo y la enfermedad es más seguro, ese número aumenta. Si también eliminamos a los que fuman —se cree que fumar intensifica la relación entre alcohol y cáncer— el número de muertes por cáncer que no se pueden atribuir al alcohol se acerca al 100 por ciento.

Vamos a estipular que pueda existir una correlación entre beber poco o con moderación y algunos tipos de cáncer. Aún no comprobamos que la relación es causal, pero vamos a aceptar que hay al menos un vínculo. En cuanto al cáncer de mama —que parece ser el que consigue más titulares—, beber poco se relaciona con un riesgo relativo de 1,04 según datos del comunicado. El riesgo relativo se refiere al cambio porcentual en el riesgo absoluto (generalizado) como resultado de algún cambio de conducta. (Además, 1,04 es un cambio porcentual de cuatro puntos del anterior 1,0, lo que significa un punto de partida sin diferencia de riesgo entre el grupo experimental y el grupo de referencia).

Una mujer de 40 años tiene un riesgo absoluto del 1,45 por ciento de desarrollar cáncer de mama en los próximos diez años. Este comunicado argumenta que, si ella consume poco alcohol, el riesgo aumentaría al 1,51 por ciento. Esto es un aumento de riesgo absoluto del 0,06 por ciento. Si utilizamos lo que se conoce como el número de pacientes que es necesario tratar para que un paciente sufra un evento adverso, esto podría interpretarse como que si 1667 mujeres de 40 años se volvieran bebedoras ocasionales, una de ellas podría desarrollar cáncer de mama. Las otras 1666 no tendrían cambios.

Por supuesto, beber con moderación o en grandes cantidades podría aumentar aún más el riesgo. El riesgo absoluto para esa mujer de 40 años iría del 1,45 por ciento al 1,78 por ciento para la bebedora moderada y al 2,33 por ciento para la bebedora de grandes alcances. Esos números aún no son tan aterradores.

No obstante, quizá cualquier aumento del riesgo es demasiado para ti. Está bien; sin embargo, si eres una de esas personas, debes reconocer que no puedes considerar ningún cáncer en el vacío. Una persona puede padecer casi cualquier cáncer.

El gran análisis de datos en el que se basó este comunicado observó veintitrés tipos de cáncer con respecto al consumo de alcohol. Encontró una relación peligrosa entre tres de ellos y el poco consumo de alcohol. Sin embargo, también encontró una relación de protección —es decir, una disminución del riesgo de cáncer— entre seis de ellos y la poca ingesta de alcohol.

No quiero decir que deberías comenzar a consumir alcohol en forma leve para evitar esos seis tipos de cáncer. Simplemente estoy señalando cómo ser selectivo te permite llegar a conclusiones distintas. En cuanto a la bebida moderada, hubo relaciones dañinas con siete tipos de cáncer y relaciones protectoras con tres. El comunicado se enfocó en las primeras, no en las últimas.

El análisis de datos de 2013 en Annals of Oncology que observó todos los tipos de cáncer encontró que, en general, beber un poco es protector, beber con moderación no tiene efectos y beber en exceso es perjudicial.

Incluso enfocarse en el cáncer es volverse selectivo. Una persona puede sufrir una gran cantidad de enfermedades y este hecho hace que los peligros de la bebida escasa y con moderación sean aun más turbios.

Si aceptas la metodología de los estudios conjuntos con grupos de casos y referencia, de los que surgen muchos de los vínculos entre el alcohol y el cáncer, deberías aceptar los resultados de estudios similares para otras enfermedades. Por ejemplo, un estudio conjunto de cerca de seis mil personas encontró que aquellos que beben al menos una vez por semana tienen mejores funciones cognitivas durante la edad adulta que aquellos que no beben. Una revisión sistemática en 2004 encontró que los bebedores moderados tienen menores índices de diabetes (hasta un 56 por ciento menos, aunque esto se trata de una disminución del riesgo relativo).


Las pruebas controladas aleatorias con alcohol (sí existen) muestran que beber poco o con moderación puede ocasionar una reducción en los factores de riesgo para enfermedades cardiacas, diabetes y embolias. Estos factores de protección podrían ser mayores que todos los otros factores de riesgo negativos (incluso el cáncer) que podrían estar asociados con beber poco o con moderación. En Estados Unidosmueren más mujeres por enfermedades del corazón que por cáncer.También más hombres.

Además, las advertencias extremas tienen otras consecuencias. Conozco mucha gente que ahora es escéptica ante cualquier noticia de este tipo porque pareciera que “todo” causa cáncer. Estos artículos casi nunca reconocen un punto de vista alternativo. Los riesgos absolutos de beber poco o con moderación son pequeños, al mismo tiempo que mucha gente obtiene placer de tomar un coctel o una copa de vino cada tanto. Incluso si existe un riesgo —y el riesgo total es debatible— es perfectamente razonable decidir que la calidad de vida que se consigue gracias a esa bebida es mayor que los daños potenciales que implica.

Lo mismo se puede decir de muchos alimentos, no solo del alcohol.

¿Qué podemos hacer al respecto? Podríamos hacer cambios sencillos para obtener un mejor entendimiento del riesgo, con el fin de que cada anuncio nuevo no nos ponga nerviosos:

1) Toma en cuenta los riesgos absolutos. Un aumento del 30 por ciento suena aterrador, pero un aumento del 1 por ciento al 1,3 por ciento de riesgo absoluto no suena tan mal, aunque significan lo mismo. De igual manera, debemos preocuparnos más de un aumento de riesgo del 5 por ciento en el rango del 20 al 21 por ciento que de un aumento del 30 por ciento en el rango del 1 al 1,3 por ciento.

2) No le des mucha importancia a los datos observacionales. Sobre todo, cuando se puedan consultar los datos causales.

3) No te concentres solo en una enfermedad e ignores a las demás. Algo puede ser dañino con respecto a un padecimiento mientras es benéfico en relación con otro.

4) No seas selectivo. Es decir, no te enfoques solo en algunos estudios o solo en ciertos resultados. Revisa toda la evidencia para apreciar un panorama lo más completo posible.

5) Acepta los daños y también los beneficios o las recomendaciones. Considera el sacrificio y el deleite.

Estas reglas no van a llegar a la portada. Sin embargo, podrían conducirte a una vida más feliz e incluso más saludable.

Aaron E. Carroll es un profesor de Pediatría en la Escuela de Medicina en la Universidad de Indiana que escribe un blog sobre investigación y políticas de salud en The Incidental Economist y realiza videos en Healthcare Triage. Él es el autor de “The Bad Food Bible: How and Why to Eat Sinfully”, libro del cual algunas partes de este artículo fueron adaptadas.


https://www.nytimes.com/es/2017/11/14/si-bebes-alcohol-hay-un-mayor-riesgo-de-cancer-o-todo-lo-contrario/?em_pos=small&emc=edit_bn_20171115&nl=boletin&nl_art=3&nlid=73755603&ref=headline&te=1

La mineralidad del vino ya no es un misterio



Elvira Zaldívar publica una tesis doctoral sobre la mineralidad del vino. Lo descubrimos.

“Un científico en su laboratorio no es sólo un técnico, es un niño colocado ante fenómenos naturales que lo impresionan como un cuento de hadas”

Maria Salomea Skłodowska-Curie


Con un Sobresaliente Cum Laude. Así ha calificado la Universidad de Enología de Logroño la tesis doctoral sobre la Mineralidad en los Vinos de la licenciada en Bioquímica por la Universidad de Salamanca, Elvira Zaldívar Santamaría. La ahora ya doctora de la Universidad de La Rioja tituló la tesis “Caracterización químico-sensorial en vinos blancos y tintos del atributo mineralidad” y realizó un estudio extenso en fondo y forma que empezó a desarrollarse en el año 2012 con la colaboración de la escuela Outlook Wine con sede en Barcelona y su director David Molina y Laboratorios Excell Ibérica de la mano de Antonio T. Palacios García. Cuenta Zaldívar en el preámbulo: “Quería convertirme en la nueva Rosalind Franklin, situarme en la vanguardia en la rama de la Biotecnología, formar parte de la siguiente generación de investigadoras que sucedieran a Margarita Salas; por supuesto no hace falta decir que el sueño completo venía junto con el premio Nobel”. La Boston University fue donde desarrolló sus conocimientos bioquímicos, tras los estudios realizados en España. Después de la aventura norteamericana, cargada de sabiduría y de experiencias en equipo, se atrevió a lidiar con el gran interrogante de la mineralidad y el vino.

Los resultados de su tesis pueden ser demoledores para todos aquellos que hasta hoy han vinculado el concepto de mineralidad con la geología del viñedo. O sea, muchos, porqué ya en la década de los 80, cuenta Zaldívar en su trabajo de investigación, Robert Parker introduce el término para la descripción de algunos vinos similares a “smell like wet stones”. En Priorat, hemos ido decir que la mineralidad más que gusto es tacto y algunos enólogos proponen a los wineloverslamer la pizarra, conocida como llicorella, para establecer vínculos con la textura del vino cuando está en boca.

La tesis doctoral concluye, por primera vez y con base científica que hay “una ausencia del vínculo de matriz química del suelo con el carácter mineral sensorial del vino”, contrastando con la creencia popular largamente verbalizada. Y entonces, la mineralidad, ¿de dónde procede? “Es más bien el resultado de una mezcla de compuestos químicos que aportan en ocasiones componentes gustativos y olfativos, o ambos a la vez” resolverá la tesis.

Elvira Zaldívar establece una vinculación directa entre el término y la composición química del vino: “Hemos evaluado la implicación de las fracciones volátil y no volátil en el carácter mineral del vino a nivel olfativo-gustativo, en vinos clasificados como excepcionalmente minerales por el sector enológico. A partir de la investigación realizada, hemos generado perfiles sensoriales y químicos de los vinos tintos y blancos para construir modelos matemáticos predictivos que correlacionan el descriptor mineralidad con su composición química volátil y no volátil”. Los modelos matemáticos desarrollados para resolver el caso, han permitido también obtener compuestos químicos y descriptores sensoriales implicados positivamente y negativamente con el concepto. “Conocer estos compuestos y el grado que afectan el uso del descriptor mineralidad permitirá establecer distintas líneas de trabajo enológico en bodega para que puedan elaborarse vinos con un mayor carácter mineral”, cuenta Elvira Zaldívar.
La planta, la fermentación y la enología acuñan la mineralidad

La tesis no sólo resuelve sólo un misterio sino que da claves para el futuro de la enología. “Los resultados en composición química sugieren que en el uso de mineralidad actúan algunos compuestos volátiles con mayor impacto sensorial que los metales, poseyendo el origen a partir del metabolismo de la planta y de la actividad fermentativa de levaduras y bacterias, así como es un término dependiente también de las técnicas e itinerarios enológicos aplicados en la elaboración de vino en bodega durante el proceso de envejecimiento de los vinos”. A partir de estas premisas, Elvira Zaldívar describe en su tesis como podría favorecerse el perfil mineral de los vinos con determinadas acciones en la bodega.
Durante la vendimia. Convendría recoger uvas más pequeñas, con desarrollos vegetativos bajos, que contengan mayor extracto seco, uvas concentradas ricas en polisacáridos y proteínas. Realizar el prensado de las uvas sin despalillar para favorecer el carácter vegetal. Mantener una elevada relación de los ácidos málico/tartárico para obtener una acidez más alta. Evitar así mismo, las maceraciones prefermentativas en frio y el empleo de enzimas con actividad.
En la fase de fermentación. “El uso de levaduras amílicas o de carácter reductivo pueden ser beneficioso en la elaboración de vinos con perfiles minerales. Convendría realizar una fermentación maloláctica parcial y extender la fase de latencia entre la fermentación alcohólica y maloláctica. El empleo de bacterias no productoras de diacetilo y la realización de la fermentación maloláctica sobe lías ayudaría a evitar la producción de aromas lácticos desfavorecedores del carácter mineral. Así mismo, durante ambas fermentaciones convendría mantener la mayor parte de fracción libre del SO2. Por tanto, a este nivel habría que evitar aromas lácticos, hacer el perfil ácido más complejo, el paladar más viscoso y mejorar la complejidad aromática”
Crianza y embotellado. “Acciones que evitaran la liberación de un carácter frutal como la hidrólisis gradual de ésteres de fermentación o el mantenimiento de las condiciones reductivas en depósito y en botella".

La tesis doctoral apunta que “existe una parte psicológica en el uso del concepto mineralidad”, de forma que el estudio evaluó los conceptos que son entendidos por los catadores respecto al término y como lo expresan. En catas dirigidas, suelen indicarse términos como “olor a piedra, cantos rodados o sílex”, pero cuando no son dirigidas, el lenguaje deriva hacia el paraguas de mineralidad.

A partir de los análisis realizados con paneles de cata profesionales para su validación – Check All That Apply CATA -, un vino mineral debería contener aromas a:
punta de lápiz
piedra de mechero
pólvora
gusto salino
imagen de exclusividad
y carácter afrutado sin ausencia de fruta de blanca, cítrica y tropical

El estudio también ha resuelto que ni la etiqueta ni el precio son elementos para categorizar la mineralidad del vino, es decir, que las características organolépticas priman a la hora de valorar el término. Para quienes quieran profundizar más en él, está en abierto en http://www.outlookwine.com/.

http://www.gastrotalkers.com/magazine/post/la-mineralidad-del-vino-ya-no-es-un-misterio