JESÚS TERRÉS
¿Qué bebían los grandes genios de la pintura y la literatura?Edward Hopper está en el Thyssen. Y no se me ocurre mejor homenaje al creador de la barra más famosa de la historia del arteque hacer un recorrido por las adicciones y los demonios de artistas, lienzos y narradores.¿Por qué amamos los museos? Recorremos los pasillos de una exposición -de todas- buscando trozos de nosotros mismos. Aquí y allá, en aquella taza sobre el mantel y en la mujer tras la ventana, entre la luz del bronce y la barra del Nighthawks. Buscamos notas que suenan en nuestra cabeza y no reconocemos, unicornios, respuestas a preguntas que ya no formulamos, que sepultamos bajo el peso del humo del café y la plancha del pelo.
Tras el lienzo, más preguntas. El tipo de la brocha observa cómo su vida gotea sobre la tela, tras cada pregunta. El pintor es un cazador furtivo, un cazador que busca, “El pintor persigue la línea y el color” -Rembrant- y, quizás por eso, la historia del arte está poblada de cazadores ahogados al fondo de un vaso ancho con hielo. Ahogados en alcohol y fracaso porque nada ahoga más que mirar hacia dentro y hacer preguntas. Una tras otra. Hasta que no queda nada. Sólo Lienzos.
Y quizás por eso -por tantas cosas- pagamos el ticket de la entrada y alquilamos preguntas de otros:
Van Gogh y el vino barato:
Vincent se bebió, literalmente, hasta el agua de las macetas del París canalla de los adoquines y las vanguardias. En Montmartre inicia su problemática relación con el alcohol hasta su ingreso en el sanatorio mental de Saint Remy de Mousola. Después, Arlés y la paz momentánea de la naturaleza.
Gauguin, antes del tajo, escribe: “a pesar de algunos desacuerdos, no puedo estar enojado con un excelente compañero, que está enfermo, que sufre, y que me reclama. Recuerda la vida de Edgar Poe, que se volvió alcohólico como resultado de su dolor moral y de su estado de nerviosismo.”
Toulouse-Lautrec y la absenta de los bohemios:
Ah. La absenta. Artemisia absinthium. Hasta que se prohibió en 1915, bohemios, artistas y gentuza del palo de Wilde, Baudelaire, Manet o Picasso se ponían hasta los ojos de ‘el hada verde‘ esperando inspiración o musas fáciles, vaya usté a saber.
Al enano cartelista se la sudaban los paisajes (de sus amigos impresionistas), así que metió el caballete en los antros más decadentes de la ciudad del amor: Salon de la Rue des Moulins, el Moulin de la galette, el Moulin rouge, Le chat noir o el Folies Bergère. El resultado ya lo imaginan: sífilis y una adicción al alcohol de tres pares de cojones,llegando a mezclar champagne, cognac y absenta en una misma copa.
* La absenta también es protagonista de un maravilloso lienzo de Degás: ‘El ajenjo‘ (1986, museo de Orsay)
Toulouse-Lautrec, quizás, durmiendo entre musas y resacas
Corbis
Pollock y la cerveza de la calle 42:
Jackson Pollock o el alcohol no ya como vehículo hedonista de juergas y bohemia, sino como signo de su atormentada búsqueda de identidad. Tormento, neurosis, depresión y un vaso medio vacío. El genio americano, santo y seña del Action painting fue ingresado dos veces y tratado mediante psicoanálisis jungiano, pero nada, Jack volvía a encerrarse en sí mismo la botella. Siguió pintando y murió borracho, estampando su coche tras salirse de una carreterera sin dirección.
* No se pierdan la excepcional interpretación que hace del Pollock alcoholizado Ed Harris en su ópera prima.
Francis Bacon y los Dry Martinis en Le Cock:
Bacon, aquel que “Se escapaba por las noches vestido de cuero al puerto con unos amigos rapados y llegaba al hotel a las 6 de la mañana. Nos lo pasábamos muy bien juntos y pillábamos unas borracheras tremendas”. Bacon, el animal herido que acabó sus días en el Madrid del Prado y el bar Le Cock, esperando en su mesa -la nueve- a Jose, su amante madrileño. Su propietaria, Patricia Ferrer, recuerda a Bacon “tomándose tres martinis antes de cenar. Un auténtico caballero con un cutis sonrosado de niño, de haber sido un buen bebedor de ginebra.”
Bacon, coctelera humana en la que se mezclaban el champagne Krug, carísimos Premier Grand Cru de Burdeos y el whisky de garrafón. Bacon. Tierno, provocador, enfermo, altivo, alcohólico.
* No se pierdan la película 'Love is the devil: study for a portrait of Francis Bacon', donde Derek Jacobi borda el Francis más atormentado y alcohólico.
Ernest Hemingway y el Bourbon:
Un juntaletras entre tanto pintamonas. Y qué decir de Hemingway. Qué decir del más es más, de la vida en mayúsculas. De las botellas, la caza, las letras, la arena, el dolor, la guerra y las mujeres.
Ernesto se ponía hasta culo de wisky de Kentucky en el Harry´s New York Bar de la calle Daunou, en compañía de sí mismo y, a veces, de Scott Fitzgerald. “Me han preguntado si hay algo que lamentaré antes de morir. El arrepentimiento es el lujo de quienes creen que vivirán de nuevo. Olvídate de toda esa basura: coraje, dignidad, arrepentimiento; cojones, eso es todo lo que se necesita para morir bien. Cojones.”
Martin Kippenberger, todo o nada:
El exceso. Kippenberger, apóstol del neoexpresionismo extremo, enfant terrible del arte alemán y perfecto espejo del fango en que hemos convertido el arte moderno. La nada. La ausencia de partitura, forma, ética o estética. El filo de navaja, el artista como obra, el reclamo como mensaje.
Martin fue el perfecto comediante. El bufón que entendió la broma y cobró el cheque del MOMA, crucificando una rana mientras sostiene una cerveza y un huevo en las manos. Imagino el chiste, y a Martin partiéndose ahogado en vodka. Después, la nada; transgresión, alcohol, problemas, drogas, putas, arte y jarana.
http://www.traveler.es/viajes/placeres/articulos/de-jarana-con-los-grandes-genios-de-la-pintura/2013