Padres hay muchos...pero ninguno como el mío... Y es que para cada quien su padre es único e irrepetible.
Cuando pienso en mi padre, quien además de ser uno de los principales protagonistas de mi vida, por haber hecho de mi lo que soy, por haber dedicado gran parte de su vida, a ser mi maestro, mi consejero, mi amigo incondicional, mi ejemplo a seguir, es quien cultivó en mi, el interés por la cultura y el placer del vino, de la buena mesa y del saber vivir.
Por eso, pensar en mi padre y en un vino que lo represente, no es una tarea fácil.
Si le queremos dar romance a la historia, necesariamente debo humanizar la descripción de un vino que coincida con las cualidades que observo en él.
Tendría que buscar en mi memoria vinícola, bastante grande ya, cual vino de los que recuerdo se me parece a él.
Empezaría por elegir un vino Español, por supuesto!, y Tinto además!, buscaría que fuera un ejemplar imborrable, de esos que dejan huella en tu vida, como él lo hecho en la mía!, buscaría un vino que me ofreciera descubrir de su mano un mundo de sensaciones, viajes, conocimiento, cultura, tradiciones, emociones... Buscaría un vino, que con el pasar del tiempo, sea mejor, y enriquezca más mis vivencias...
Vinos hay muchos... pero que encuadre en mis requerimientos no tantos... De pensar en alguno, tal vez pensaría en un Vega Sicilia Único, pues es un vino que para mi tiene muchas de las cualidades de mi padre, lo encuentro elegante, culto, poderoso, sabio, profundo, pleno, reflexivo, ponderado, su bouquet es amplio, diverso, intenso, que da más con el tiempo, su boca me besa, sus sensaciones me abrazan, me transmite tantas emociones... al final su recuerdo, es para toda la vida, como él.
De pensar en qué vino le gustaría a mi padre, elegiría el mejor vino del mundo! Por que es lo menos que se merece...
Santé!