La tendencia expansionista del vino español


La tendencia actual de las bodegas españolas es expandirse fuera de las fronteras de sus denominaciones de origen y de sus regiones vinícolas originarias. Más allá de las grandes bodegas de tradición, que buscan establecer sus marcas en mercados nacionales e internacionales, las de tamaño medio y pequeño se unen a ésta propensión, lo que demuestra su claro objetivo de diversificación, lo cual constituye un reto, especialmente si los nuevos destinos ofrecen una buena coyuntura enológica, cualitativa y, sobre todo, comercial.

Para los grandes grupos, es imperioso tener presencia en otros mercados, ampliar su penetración, cubrir al máximo los segmentos de mercado, tanto en precio como en estilo, y contar con una diversa variedad de marcas con el que competir a nivel internacional. Cabe citar entre otros a Codorníu, quien tiene presencia en nueve denominaciones y regiones vinícolas, al igual que el grupo García Carrión, cuyo vino más popular es el Don Simón en tetra brik; el grupo de origen andaluz González Byass tras la compra de una de las bodegas fundacionales del Somontano, Viñas del Vero, que elabora ya con ocho orígenes, así mismo Freixenet.

La expansión se ha acelerado en los últimos tiempos. Es el caso de Miguel Torres que desde el Penedés ha fomentado el Priorat, la joya de Cataluña, también la Ribera del Duero y más recientemente la Rioja, cuyo primer vino, Ibéricos, llegó al mercado recientemente. Con este nuevo lanzamiento, la Torres decidía estrenarse con un crianza cosecha 2006 de estilo clásico y precio muy accesible (6 €) con una producción limitada.

Es evidente que la situación económica mundial favorece las adquisiciones. En este sentido, desde principios de 2008 se han producido bastantes movimientos. Los más destacados que cabe mencionar: la compra de Numanthia-Termes por parte del gigante del lujo LVMH; la venta de marcas jerezanas de Domecq por parte de Pernord Ricard a Osborne entre otras.

La estrategia fundamental de los grupos poderosos es la de procurar bodegas productivas, con amplia penetración en el mercado y con un buen posicionamiento de marca.

Es un momento de oportunidad y expansión en España. Si exceptuamos los tres grandes grupos catalanes (Codorníu, Freixenet y Miguel Torres); Rioja y Jerez, como grandes tienen el honor de haber sido los dos primeros y principales focos de crecimiento. En el caso de Jerez, en buscar complementariedad frente a los vinos tranquilos; en el de Rioja, para elaborar blancos modernos y frutales o abandonar la rigurosa tipología de vinos establecida en su denominación.

Todos los grandes de Jerez se han ido estableciendo en Rioja. Osborne compró Montecillo en 1973, González Byass Beronia en 1982 y Domecq lanzó la marca Marqués de Arienzo en 1986.

Quien creó la tendencia expansionista fue Marqués de Riscal cuando se fue a elaborar blancos a Rueda en 1972 en un momento en que tanto la zona como la verdejo estaban naciendo. Desde entonces, otros compañeros de denominación han emprendido su aventura de desarrollar vinos blancos, aunque han preferido el norte por el carácter atlántico de Rías Baixas. La lista es larga: Lan es propietaria de Santiago Ruiz,; Ramón Bilbao, Mar de Frades; La Rioja Alta, Lagar de Fornelos; Marqués de Murrieta, Pazo de Barrantes; y Marqués de Vargas, Pazo San Mauro.

La segunda parte de la expansión de Rioja (y también de la jerezana) es Castilla-La Mancha, el lugar de las grandes oportunidades tanto en cantidad, como en precio y variedades, además de permitir elaborar vinos con D.O. (La Mancha u otras) o bajo el socorrido paraguas de V.T. Castilla. Entre los grandes grupos, tienen intereses en Mancha Faustino (Leganza), y de los jerezanos Osborne (Malpica) y González Byass (Finca Constancia).

El último lugar al que observa Rioja es su competidor natural: Ribera del Duero. Después de años de rivalidad, muchos productores riojanos han decidido hacer su ribera particular. Es el caso de Paternina quien tiene bodega propia en Ribera desde 1999.

Castilla y Léon
Zonas de promesas: Ribera del Duero-Toro-Bierzo-Tierra de León-Tierra del Vino de Zamora. Aunque las dos últimas son emergentes, esta comunidad no sólo ha concentrado una actividad inusitada desde la explosión de Ribera a finales de los ochenta, sino que se ha retroalimentado a sí misma.

Por su parte, Ribera del Duero fue la primera en conseguir la prosperidad desde la que se sentó las bases de la nueva Toro, y gracias a la apuesta de nombres de prestigio como Vega Sicilia con Pintia, por un lado, y por otro, el papel decisivo de la familia riojana Eguren con Numanthia.

De Ribera-Toro han surgido varios grupos han ampliado a otras denominaciones y que han incluido a Rueda: la opción sin discusión de blanco para muchas bodegas de Ribera (Protos, Montebaco, Emina...) y de fuera de Castilla y León por su gran éxito comercial y constante incremento de ventas.

Alejandro Fernández, todo un mito de la Ribera, suma a sus dos bodegas en esta D.O. una impresionante finca en Zamora (Dehesa La Granja).

Desde el inicio, Bierzo se ha dotado más de proyectos propios que externos aunque la llegada de Álvaro Palacios supuso un estallido mediático importante para la D.O. y para su variedad autóctona la mencía. Hoy cuenta con grupos originarios de Rías Baixas como Martín Códax, y a la inversa: el Dominio de Tares saltó del Bierzo a Galicia para hacerse con uno de los albariños más prestigiosos: Lusco.

Lo que resulta evidente es que las bodegas españolas se han expandido dentro y fuera de España, en forma notable. Se espera que esta tendencia siga, dando lugar a fusiones, reestructuraciones o nuevas expansiones.

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