El centro de interpretación de la viticultura y la enología en Rías Baixas cumple 10 años este verano
La sala situada frente al mostrador de recepción alberga algunos de los objetos de mayor valor. //
Iñaki Abella
ANXO MARTÍNEZ - CAMBADOS Hace diez años abría sus puertas en Cambados el primer museo del vino de Galicia. Una década después, las instalaciones se han consolidado como uno de los centros de interpretación más atractivos y visitados de O Salnés. Ánforas de la época romana, aperos de labranza, viejas botellas de cristal, una colección con los carteles de la mayoría de ediciones de la Festa do Albariño, hermosas maquetas como la del monasterio de A Armenteira... componen parte de los fondos de un museo que propone un recorrido por la historia, el arte, la geografía y la cultura popular de la denominación de origen Rías Baixas.
El Concello de Cambados y la directora de la Rede Museística, Rocío Acha, están trabajando en la organización de actividades especiales y en la adquisición de nuevas piezas para conmemorar los diez primeros años de vida del Museo Etnográfico e do Viño. No hace mucho se adquirieron tres libros antiguos y también se están preparando unas jornadas de puertas abiertas para que los vecinos puedan conocer más en profundidad las instalaciones.
El Museo do Viño se encuentra en uno de los entornos históricos más privilegiados de Cambados, como son el monte de A Pastora y las ruinas de Santa Mariña Dozo. Ocupa dos construcciones unidas por una pasarela: una antigua rectoral y una edificación moderna.
Nada más entrar en el recinto, el visitante se encuentra una reproducción de un viejo "lagar", con la robusta viga de madera con la que se prensaba el vino y el "Loureiro", un conjunto escultórico en piedra del artista cambadés Manolo Paz.
Se trata de un conjunto de varias copas de vino de diferentes tamaños, con las que Paz quiso reflejar el interior de un "loureiro" o "furancho", unos establecimientos tradicionales en los que los agricultores despachaban el vino sobrante de sus cosechas.
Una vez traspasada la puerta del museo, se combinan la cartelería y las fotografías con las vitrinas cargadas de objetos antiguos y las pantallas planas en las que se proyectan vídeos. Y es que otra de las características de este museo –que ahora es más común, pero que hace una década no lo era tanto– es la conjunción entre los artículos que tienen docenas o cientos de años y las nuevas tecnologías.
Antes de llegar al mostrador de atención al público pueden verse desde dos botellas de la segunda mitad del siglo XIX, procedentes del puerto mexicano de Veracruz, hasta un recipiente de cristal con dibujos a mano de Laxeiro o una de las botellas de albariño que se sirvieron en la boda del príncipe Felipe y Leticia Ortiz.
Otros elementos que se encuentran al principio del museo son una encorchadora del siglo XIX hecha en hierro y bronce, un utensilio para el bagazo de los años 50 del siglo pasado, o monedas romanas del siglo IV que aparecieron en el monte cambadés de A Grenla.
También suelen atraer la atención de los visitantes el manuscrito de gastos de la primera Festa do Albariño (1953) y de los menús de las comidas de 1955 y 1956, en los que no faltaban ni la centolla ni el champán ni una excursión hasta la isla de A Toxa.
En la sala situada frente al mostrador de recepción se encuentran algunos de los principales tesoros del museo, como un ánfora en la que los romanos transportaban el vino en la primera mitad del siglo I, un recipiente púnico encontrado en aguas de la ría de Arousa o un álbum de dibujos original de Narciso Pérez, de 1927, en el que puede apreciarse el talento de un escultor fallecido en plena juventud.
En esa misma sala pueden verse la famosa maqueta en gran tamaño del monasterio de A Armenteira –donde se supone que se cultivó el vino albariño por primera vez, traído por los monjes cistercienses–, una plancha de etiquetas del pazo de Fefiñáns, o algunos de los primeros artículos de prensa que aparecieron sobre el albariño, y que firman Álvaro Cunqueiro, Bernardino Quintanilla o José María Castroviejo.
El recorrido por las instalaciones prosigue al lado de una colección de máquinas sulfatadoras –varias de ellas con un siglo de antigüedad–, cestos de mimbre en los que se transportaba la uva vendimiada o un viejo carro reconstruido y que se observa en el patio desde la cristalera del corredor que comunica los dos edificios del museo.
La segunda parte de las instalaciones está más centrada en la divulgación. Así, hay paneles sobre historia del vino, las fases del injerto, la poda o las plagas y las enfermedades de la vid. También se explica en un vídeo cómo se realiza una cata –se dice, por ejemplo, que la mejor hora para hacerla es por la mañana o a media tarde, cuando los sentidos no están saturados–, el proceso de elaboración del vino o el trabajo con el que se cierra cada otoño el ciclo, que es la destilación del bagullo para obtener aguardientes.
En el Museo do Viño de Cambados también se da mucha importancia a las nuevas tecnologías y a los elementos interactivos. Así, hay desde un panel de esencias para identificar los olores más característicos de diferentes vinos, hasta mapas del mundo que se activan al pulsar el visitante un botón o paneles donde se aconseja, por ejemplo, cómo servir el vino a los invitados o limpiar una copa.
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