EL TIEMPO Y EL VINO

El sentir el paso tiempo es una cuestión relativa, a veces pasa lento, cuando ansiosamente lo esperamos, a veces quisiéramos que se detuviera, ante un momento placentero, a veces pasa demasiado rápido, al punto que quisiéramos bajarnos de la ocasión para que no terminara nunca.  Lo mismo me sucede con el vino, siento su relatividad en cada sorbo, ante una copa de vino a veces quisiera que su paso por mis sentidos fuera despacio, que nunca finalizara, quisiera percibirlo detenidamente, apreciar sus cualidades, sentir sus caricias, embriagarme con sus efectos.  Otras veces, sencillamente lo disfruto, sola o en compañía, sin mayores pretensiones. Otras veces, cada vez menos, quisiera que su paso fuera veloz, y me dejara sin recuerdo.  Y es que como en el tiempo, existe la relatividad en los vinos.  No todos los vinos nos gustan, no siempre nos gustan para la misma ocasión, ni con las mismas personas, ni en el mismo contexto gastronómico, ni quizás disponemos del mismo presupuesto, ni las mismas ganas de beberlo.
Al igual que la música, una copa de vino, merece una ocasión, un estado de ánimo, un entorno, una compañía, un tiempo…
Al pensar en un vino, pienso en todos estos aspectos y trato de anticiparme a la ocasión, estando en ella, me sumerjo en mi copa, traduzco lo que el vino me quiere decir, abriendo mis sentidos a sentir sensaciones, placeres, emociones…
Muchas veces pacientemente espero el mejor momento, la prisa es enemigo de lo bueno, y lo bueno se hace esperar… Nunca apresuradamente abro un vino sin antes saber si es su momento, o si es mi momento para beberlo, tampoco lo hago sin conocerlo.
El tiempo al igual que el vino, fue creado por el hombre, es una sensación, y por ello debemos comprender el arte de entenderlo, manejarlo y determinar su oportunidad para no equivocarnos.
Otro aspecto importante es nuestra percepción del tiempo y del momento respecto al vino.  Si el vino nos gusta pareciera que dura menos en la copa, si nos disgusta, ocurre lo contrario.
Por ello, debemos controlarnos, debemos evitar que la percepción de un vino sea un asunto llevado de la mano por la prisa, o por la ansiedad.  Tomemos el tiempo de la mano, manejemos su sensación y no dejemos que los placeres dejen de fluir por el apuro de la despedida. 
Si nos invade la impaciencia es probable que la ocasión y el vino sean elegidos erróneamente.  Así que no seamos víctimas de la prisa, y menos cuando de placeres se trate.
El vino siempre nos invita al disfrute del pensamiento, de la compañía, del entorno, del momento… desaceleremos el tiempo, forzando la sensación de que las horas no pasan.  La percepción del tiempo, y del vino depende de nosotros, quitémonos el reloj y la velocidad de nuestras vidas para apreciar, valorar y tomarnos el tiempo de sentir, de pensar, de disfrutar, de amar.
No permitamos apurar el término de lo que nos gusta, pues ni siquiera sabemos si se repetirá.
Saber aguardar el momento y el vino oportuno es un arte, un arte que merece ser cuidadosamente pensado.
La vida es demasiado corta para beber vino malo…. Y para berbérselo con cualquiera…y menos, deprisa.. Santé!