NORTEAMÉRICA
Estados Unidos. El plato yanqui por excelencia es la hamburguesa, y para tomar una de verdad, una que poco o nada tenga que ver con el fast food más convencional, imprescindible visitar Alfredo’s Barbacoa. Lleva desde 1981 siendo el rey de las hamburguesas en Madrid: recetas sin variación desde los inicios, carne de primera calidad a la parrilla y salsa barbacoa propia, cuyo secreto no ha sido desvelado aún. Son parte de las claves que han contribuido a la creación de este mito culinario. Pero si lo que se busca es la cocina de la América profunda, Gumbo, todo un emblema de la gastronomía cajún criolla del estado de Luisiana. Tomates verdes fritos, mejillones gratinados y la sopa gumbo, hecha al estilo tradicional con marisco y semillas de okra.
México. Salón Cascabel. Es uno de los últimos en llegar a la capital. Lleva el sello inconfundible de Punto MX (auténtica cocina mexicana con estrella Michelín), pero en formato ‘antojería’, un tipo de local informal al que la gente va a tomar ‘lo que se le antoja’. En Salón Cascabel se puede comer desde guacamole o aguachile verde de langostino, a tostadas de ceviche de vieiras, taco ibérico de cochino y corteza, quecas ahogadas (quesadillas) o el machete, el plato más contundente y carnívoro de los 12 de la carta (costillón de res, de 1,2 kg, a la brasa). Y para beber, no faltan ni los tequilas ni los mezcales.
Cuba. Un pedacito del Malecón está en Madrid, en el interior de La Negra Tomasa, donde todas las noches se come, se bebe, se canta y se baila al ritmo de son cubano. Espectáculos en directo y un carta que desprende aroma con especialidades como picadillo de ternera, arroz blanco y tostones, ropa vieja, lechón asado, enchilado de camarones, fritura de malanga, tamal… y litros y litros de ron.
AMÉRICA DEL SUR
Venezuela. La arepa es uno de los indispensables de la cocina venezolana, para tomar sola o con infinidad de rellenos. Arepa Olé tiene cerca de una treintena de opciones, a elegir entre carne mechada, pollo, aguacate, frijoles, pernil, plátano…, además de otras especialidades como empanadas, patacones, palitos de yuca o tequeños. Y para beber, papelón con limón y jugos naturales de lulo o tamarindo, entre otros.
Colombia. Hay varias referencias colombianas en la ciudad, y una de ellas es Rochela Café. Platos caseros y muy tradicionales, claves de la cocina colombiana: patacones, sancocho, ajiaco, mondongo y la contundente bandeja paisa (aviso: solo para valientes), que se elabora con arroz, carne, chicharón, huevo frito, patacón, frijoles, arepa, chorizo antioqueño, hogao, tomate, plátano maduro y morcilla. Y nada más.
Brasil. A los buffet libre de Brasil se les conoce como ‘rodizios’ y ese es precisamente el nombre de uno de los restaurantes brasileños que hay en Madrid, Rodizio. El protocolo de la comida comienza con una extensa selección de ensaladas y entrantes, a la que sigue un desfile de camareros con carnes ensartadas en espadas para que cada comensal elija y repita cuantas veces quiera: longaniza criolla, muslitos de pollo, lomo al Herk, mamiña a la manteca, baby beef, picaña de buey, fraldinha de ternera, chuletón de vacuno mayor fileteado, lomito al parmesano…
Perú. Un plato y una bebida definen la gastronomía peruana: el ceviche y el pisco sour. Y para disfrutar de ellos solo hay que acercarse hasta la zona de Puerta de Toledo y pedir mesa en Piscomar, un modestísimo restaurante que cuenta con legiones de fans. La culpa es de platos como el ceviche verdoso (un mixto aliñado con leche de tigre y pasta de cilantro), la parihuela (guiso de mariscos y pescados), choclitos con queso y causita a la limeña (patata prensada con crema de ají, rellena de atún con cebolla y aguacate). Para beber pisco sour, además de piscotonic y el afrodisíaco ‘maricucha’.
Argentina. Las pizzas llegaron a Argentina de la mano de los emigrantes italianos y ellos supieron darle su propio estilo hasta convertirlo en un plato autóctono: masa más gruesa y esponjosa, con mayor cantidad de queso y multitud de ingredientes. Para disfrutar de las ‘auténticas’ argentinas está Picsa, el nuevo local con sello Sudestada, donde con media pizza sales cenado.
Ecuador. Recetas de esa abuela ecuatoriana que cualquiera querría tener es lo que uno encuentra en Paralelo Cero, pero en versión alta cocina. La despensa de este restaurante contiene ingredientes como kinua, tamal, yuca, plátano macho, cítricos, carne de cerdo, pollo o ternera, chorizo criollo y mucho pescado, con los que elabora, entre otros, sus ceviches, llapingachos, hornados, tartar y bandera (degustación de la gastronomía ecuatoriana en un solo plato, formado por guatita, arroz al achiote, ceviche de camarones y seco de chivo, tartar de aguacate y chifles.)
Uruguay. ¿Qué es lo que uno comería en Uruguay? Mucha carne de res a la parrilla: asado de tira, lomo alto, pollo… además de platos como chivito (al pan o al plato), provolone relleno o a la parrilla y, de postre, chajá (merengue, bizcocho y crema). Eso es precisamente lo que se sirve en La mano de Pablo.
EUROPA
Francia. Aunque es el país vecino, todavía no llega el metro hasta la torre Eiffel. Pero no hace falta, porque en El Comité se puede uno sentir con en la France si te comes delicias como foie grass mi-cuit de las Landas, camember frito con salsa de arándanos, steak tartare, caracoles bourguignonne, langostinos al Pernod o entrecot a la pimienta negra. Y hablando de carne, los apasionados de la carne están de enhorabuena, porque un nuevo restaurante ha llegado a la ciudad: L’Entrecot Café de Paris, donde solo se sirve entrecot con la genuina salsa Café de París y acompañado de todas las patatas fritas que el comensal desee.
Alemania. La cocina alemana sabe a salchichas artesanas (Bratwurst, Nürnberger y Thüringer), codillo, puré de patatas, chucrut, patés, ahumados, patatas Rösti, käsespätzie, mostaza dulce, goulash, solomillo Stroganoff, roastbeef… Y es lo que uno encuentra en la carta principal de Fass, uno de los míticos restaurantes de auténtica cocina alemana en Madrid donde, por supuesto, no falta la cerveza.
Inglaterra. Aunque corre el rumor de que la cocina británica no existe… si uno quiere probarla solo tiene que acercarse hasta Lavapiés y hacerse un hueco en Los Chuchis, un pintoresco local regentado por un cocinero británico, Scott Preston, que aporta su particular visión en su carta. La estrella es el slow roasted pork con manzana y patatas asadas.
Italia. Son muchos los restaurantes de cocina italiana en la ciudad, pero si hay que elegir uno, nos quedamos con el recién abierto La Pasteria. Es restaurante y laboratorio de elaboración diario de pasta, que es la pasta fresca que después se sirve en su saloncito y que se vende en su tienda para llevar a casa. Imprescindibles los fettuccine alla ruota (la cocción se termina dentro de una rueda de parmesano reggiano de 24 meses de maduración).
Bélgica. Los belgas presumen de tener su propia receta (y hasta un museo) de la patata frita, curiosa protagonista total y absoluta de su gastronomía. En Atelier Belga comparten carta con mejillones marinados en diferentes salsas, croquetas de parmesano o de quisquillas con perejil y limón, caracoles gratinados y gofres dulde-salados.
Suiza. Suiza tiene aroma a queso y su plato más simbólico es la fondue, como las que se preparan en La Fondue de Tell, a elegir entre Bourguignonne (de carne), chinoise, de clara inspiración china (con setas shiitake) o la tradicional de tres quesos, por citar algunas.
Grecia. Ir a Grecia es ver restos de civilizaciones antiguas por todos lados. Así es Mythos, un restaurante decorado como una típica taberna griega: mucha escultura, ánforas y ruinas rodeando las mesas. Y para comer, especialidades griegas como tzatziki, dolmadakia, hummus y queso feta, acompañado de retsina, el vino blanco de los griegos.
Polonia. Son pocas las referencias a la cocina polaca en Madrid, pero algunas hay, como La Polonesa, donde se encuentran desde los tradicionales arenques (sledz) a la remolacha con rábano picante (cwikla) y, como no, mucha crema agria y eneldo para aderezar sus platos de nombres casi impronunciables.
Portugal. La cocina portuguesa gira en torno al bacalao. En A tasca do bacalhau portugues conocen más de 400 recetas para prepararlo, como a la portuguesa, com natas, à braz, royal, à lagareiro… bacalao que el comensal puede (y debe) regar con litros de vinho verde.
Rusia. Las noches de Moscú son de todo menos frías en este restaurante del centro de la ciudad, porque su ambiente es hospitalario, acogedor y caluroso. Para comer, desde el clásico steak tartare a una cazuela de pollo y champiñones al vodka, blinis con caviar o la especialidad rusa, bitoke de ternera con patas asadas y encurtidos.
ÁFRICA
Marruecos. Auténtica cocina marroquí es lo que sirve el restaurante Almounia, el primero en la ciudad a finales de los años 60. Cuenta con numerosos galardones internacionales y su estética no puede estar más cuidada al detalle. Entre su carta, platos tradicionales y populares de la cocina marroquí, como los diferentes tipos de cuscús, tajín y el dulce pastella.
Etiopía. En Argüelles mismo uno puede disfrutar de especialidades de la cocina etíope, basada en varios entrantes y platos de verdura o carne (de cordero, por supuesto) servidos sobre una injera, nombre que recibe el crepe típico etíope. Platos como el misir wot (lentejas rojas con salsa de berberes), for for alitcha (ternera estofada con trocitos de injera con salsa suave) o al mandi (cordero asado con arroz) se puede tomar en Hanan.
Senegal. Ambiente modesto pero muy hospitalario, como indica su propio nombre en senegalés. Así es La Teranga, un restaurante subsahariano en pleno barrio de Lavapiés que ofrece una breve carta con especialidades como el mafe (arroz con carne y patata guisada y una salsa de cacahuete) o el thieboudienne (arroz con pescado y verduras). Y para beber, el autóctono bissap, bebida roja hecha con flor de hibisco, o el bouy que se hace con un fruto del árbol baobab.
ORIENTE MEDIO
Arabia Saudí. Sin duda, Al-Jaima, de apellido ‘La cocina del desierto’ es uno de los árabes más auténticos de Madrid y está en el corazón de Chueca. El interior del restaurante recrea la estética beduina simulando tiendas de campaña del desierto, y su carta, de sabores y aromas bien exóticos, propone delicias como hummus, mutaabal, cuscús y tajín, entre otros muchos.
Líbano. En la terraza de la Casa Árabe y con vistas al Retiro. Así es uno de los restaurantes libaneses más auténticos de Madrid. Es Shukran, conocido por una comida sabrosa en la que destacan platos como la ensalada Fatoush, las fatayer o empanadas libanesas y el falafel.
Turquía. El restaurante Omar representa la cocina turca de calidad en un ambiente de estética costumbrista. No faltan especialidades de su gastronomía popular, a base de carnes al carbón, platos vegetarianos, panes caseros y la compañía de la danza del vientre de fondo (en las noches de viernes y sábados). Entrantes como su yogur con especias (haydari), pides de Lahmacun (especie de pizza de carne picada, cebolla, tomate y pimiento) o el Beykoz Kebap (ternera envuelta en tiras de berenjena) forman parte de su larga lista de especialidades.
Irán. El restaurante Esfahan es una modesta casa de comidas al estilo persa, con alfombras que decoran las paredes a modo de zócalo y motivos traídos desde Irán. Se sirven delicias como brochetas de carne a la barbacoa, guisos tradicionales como krufte tabrizi (albóndigas de carne y verdura), baghali polo (cordero al horno), mucho arroz basmati y dulces caseros.
India/Pakistán. Hace tiempo que Lavapiés dejó de ser el barrio más castizo de Madrid para ser el más multicultural. Tanto que hoy es el corazón del Little India de la ciudad, con representantes como Nueva Delhi, conocido por su cocina de estilo indo-paquistaní. En su carta destacan platos como el pollo tandoori o el seekh kebak (que no es un kebab sino una brocheta de carne picada de cordero).
ASIA
Tailandia. Fusión de aromas, sabores, texturas y mucha, mucha especia en la carta de Krachai, auténtica cocina tailandesa en la zona de Alonso Martínez. Para comprobarlo, basta con pedir el tung krapao (langostinos con chile y albahaca) o el panaeng nua (tiras de solomillo de ternera al curry rojo estilo panaeng), por citar solo algunos de su extensa y cuidada carta, en la que clasifican la intensidad del picante con la letra ‘P’ (una equivale a poco picante, cuatro, a muy picante).
China. Además del auténtico restaurante chino que hay en los bajos de Plaza de España (por cierto, su nombre real es Zhou Yulong), existen otras opciones que nos trasladan directamente a una mesa del lejano oriente. Es el caso de El Pato Laqueado, abierto en Madrid allá por el año 2000, y cuya especialidad no podía ser otra que la que da nombre, además de una sabrosa selección de dim sum y otras delicias.
Corea. La oferta coreana parece abundante en la ciudad, pero hay un restaurante que, aunque modesto y atípico (su interior es el de una antigua tasca castiza), destaca por encima de otros gracias a su cocina clásica coreana. Es Seoul, y sus tallarines chabche o el cerdo a la parrilla tanguyuc son algunos de los culpables de su éxito.
Vietnam. En Le Petit Hanoi uno puede empezar a introducirse en la esencia de la cocina vietnamita, donde los rollitos vegetarianos, las sopas de fideos y los diferentes arroces forman parte de su fundamento.
Japón. Hattori Hanzo es uno de los últimos en llegar a la ciudad y el primero en recrear una auténtica izakaya japonesa, o lo que es lo mismo, puestos callejeros de comida como los que hay en el mismísimo Tokio. Pero también es un restaurante con tatami. En la carta, nada de sushi, sino tapas al estilo nipón, como los nikuman (panes rellenos de carne, gambas y verdura) o las chikuna (surimi de alga azul en tempura).
AUSTRALIA
Australia. El espíritu de los cafés de Sídney está más cerca de lo que pensamos: en pleno corazón del barrio de Conde Duque, porque Federal Café recrea su ambiente y su cocina, fusión de recetas anglosajonas y productos internacionales de tendencia ecológica y artesanal. Uno de sus clásicos es la hamburguesa de canguro (porque en Australia, los canguros también se comen).
Estados Unidos. El plato yanqui por excelencia es la hamburguesa, y para tomar una de verdad, una que poco o nada tenga que ver con el fast food más convencional, imprescindible visitar Alfredo’s Barbacoa. Lleva desde 1981 siendo el rey de las hamburguesas en Madrid: recetas sin variación desde los inicios, carne de primera calidad a la parrilla y salsa barbacoa propia, cuyo secreto no ha sido desvelado aún. Son parte de las claves que han contribuido a la creación de este mito culinario. Pero si lo que se busca es la cocina de la América profunda, Gumbo, todo un emblema de la gastronomía cajún criolla del estado de Luisiana. Tomates verdes fritos, mejillones gratinados y la sopa gumbo, hecha al estilo tradicional con marisco y semillas de okra.
México. Salón Cascabel. Es uno de los últimos en llegar a la capital. Lleva el sello inconfundible de Punto MX (auténtica cocina mexicana con estrella Michelín), pero en formato ‘antojería’, un tipo de local informal al que la gente va a tomar ‘lo que se le antoja’. En Salón Cascabel se puede comer desde guacamole o aguachile verde de langostino, a tostadas de ceviche de vieiras, taco ibérico de cochino y corteza, quecas ahogadas (quesadillas) o el machete, el plato más contundente y carnívoro de los 12 de la carta (costillón de res, de 1,2 kg, a la brasa). Y para beber, no faltan ni los tequilas ni los mezcales.
Cuba. Un pedacito del Malecón está en Madrid, en el interior de La Negra Tomasa, donde todas las noches se come, se bebe, se canta y se baila al ritmo de son cubano. Espectáculos en directo y un carta que desprende aroma con especialidades como picadillo de ternera, arroz blanco y tostones, ropa vieja, lechón asado, enchilado de camarones, fritura de malanga, tamal… y litros y litros de ron.
El plato yanqui por excelencia: la hamburguesa
Venezuela. La arepa es uno de los indispensables de la cocina venezolana, para tomar sola o con infinidad de rellenos. Arepa Olé tiene cerca de una treintena de opciones, a elegir entre carne mechada, pollo, aguacate, frijoles, pernil, plátano…, además de otras especialidades como empanadas, patacones, palitos de yuca o tequeños. Y para beber, papelón con limón y jugos naturales de lulo o tamarindo, entre otros.
Colombia. Hay varias referencias colombianas en la ciudad, y una de ellas es Rochela Café. Platos caseros y muy tradicionales, claves de la cocina colombiana: patacones, sancocho, ajiaco, mondongo y la contundente bandeja paisa (aviso: solo para valientes), que se elabora con arroz, carne, chicharón, huevo frito, patacón, frijoles, arepa, chorizo antioqueño, hogao, tomate, plátano maduro y morcilla. Y nada más.
Brasil. A los buffet libre de Brasil se les conoce como ‘rodizios’ y ese es precisamente el nombre de uno de los restaurantes brasileños que hay en Madrid, Rodizio. El protocolo de la comida comienza con una extensa selección de ensaladas y entrantes, a la que sigue un desfile de camareros con carnes ensartadas en espadas para que cada comensal elija y repita cuantas veces quiera: longaniza criolla, muslitos de pollo, lomo al Herk, mamiña a la manteca, baby beef, picaña de buey, fraldinha de ternera, chuletón de vacuno mayor fileteado, lomito al parmesano…
Un pedacito de Cuba en Madrid
Argentina. Las pizzas llegaron a Argentina de la mano de los emigrantes italianos y ellos supieron darle su propio estilo hasta convertirlo en un plato autóctono: masa más gruesa y esponjosa, con mayor cantidad de queso y multitud de ingredientes. Para disfrutar de las ‘auténticas’ argentinas está Picsa, el nuevo local con sello Sudestada, donde con media pizza sales cenado.
Ecuador. Recetas de esa abuela ecuatoriana que cualquiera querría tener es lo que uno encuentra en Paralelo Cero, pero en versión alta cocina. La despensa de este restaurante contiene ingredientes como kinua, tamal, yuca, plátano macho, cítricos, carne de cerdo, pollo o ternera, chorizo criollo y mucho pescado, con los que elabora, entre otros, sus ceviches, llapingachos, hornados, tartar y bandera (degustación de la gastronomía ecuatoriana en un solo plato, formado por guatita, arroz al achiote, ceviche de camarones y seco de chivo, tartar de aguacate y chifles.)
Uruguay. ¿Qué es lo que uno comería en Uruguay? Mucha carne de res a la parrilla: asado de tira, lomo alto, pollo… además de platos como chivito (al pan o al plato), provolone relleno o a la parrilla y, de postre, chajá (merengue, bizcocho y crema). Eso es precisamente lo que se sirve en La mano de Pablo.
Seco de gallina en Paralelo Cero
Francia. Aunque es el país vecino, todavía no llega el metro hasta la torre Eiffel. Pero no hace falta, porque en El Comité se puede uno sentir con en la France si te comes delicias como foie grass mi-cuit de las Landas, camember frito con salsa de arándanos, steak tartare, caracoles bourguignonne, langostinos al Pernod o entrecot a la pimienta negra. Y hablando de carne, los apasionados de la carne están de enhorabuena, porque un nuevo restaurante ha llegado a la ciudad: L’Entrecot Café de Paris, donde solo se sirve entrecot con la genuina salsa Café de París y acompañado de todas las patatas fritas que el comensal desee.
Alemania. La cocina alemana sabe a salchichas artesanas (Bratwurst, Nürnberger y Thüringer), codillo, puré de patatas, chucrut, patés, ahumados, patatas Rösti, käsespätzie, mostaza dulce, goulash, solomillo Stroganoff, roastbeef… Y es lo que uno encuentra en la carta principal de Fass, uno de los míticos restaurantes de auténtica cocina alemana en Madrid donde, por supuesto, no falta la cerveza.
Inglaterra. Aunque corre el rumor de que la cocina británica no existe… si uno quiere probarla solo tiene que acercarse hasta Lavapiés y hacerse un hueco en Los Chuchis, un pintoresco local regentado por un cocinero británico, Scott Preston, que aporta su particular visión en su carta. La estrella es el slow roasted pork con manzana y patatas asadas.
No olvidarás su salsa...
Bélgica. Los belgas presumen de tener su propia receta (y hasta un museo) de la patata frita, curiosa protagonista total y absoluta de su gastronomía. En Atelier Belga comparten carta con mejillones marinados en diferentes salsas, croquetas de parmesano o de quisquillas con perejil y limón, caracoles gratinados y gofres dulde-salados.
Suiza. Suiza tiene aroma a queso y su plato más simbólico es la fondue, como las que se preparan en La Fondue de Tell, a elegir entre Bourguignonne (de carne), chinoise, de clara inspiración china (con setas shiitake) o la tradicional de tres quesos, por citar algunas.
Grecia. Ir a Grecia es ver restos de civilizaciones antiguas por todos lados. Así es Mythos, un restaurante decorado como una típica taberna griega: mucha escultura, ánforas y ruinas rodeando las mesas. Y para comer, especialidades griegas como tzatziki, dolmadakia, hummus y queso feta, acompañado de retsina, el vino blanco de los griegos.
Fettuccini a la ruota en La Pastería
Portugal. La cocina portuguesa gira en torno al bacalao. En A tasca do bacalhau portugues conocen más de 400 recetas para prepararlo, como a la portuguesa, com natas, à braz, royal, à lagareiro… bacalao que el comensal puede (y debe) regar con litros de vinho verde.
Rusia. Las noches de Moscú son de todo menos frías en este restaurante del centro de la ciudad, porque su ambiente es hospitalario, acogedor y caluroso. Para comer, desde el clásico steak tartare a una cazuela de pollo y champiñones al vodka, blinis con caviar o la especialidad rusa, bitoke de ternera con patas asadas y encurtidos.
Pataniscas de bacalhau
Marruecos. Auténtica cocina marroquí es lo que sirve el restaurante Almounia, el primero en la ciudad a finales de los años 60. Cuenta con numerosos galardones internacionales y su estética no puede estar más cuidada al detalle. Entre su carta, platos tradicionales y populares de la cocina marroquí, como los diferentes tipos de cuscús, tajín y el dulce pastella.
Etiopía. En Argüelles mismo uno puede disfrutar de especialidades de la cocina etíope, basada en varios entrantes y platos de verdura o carne (de cordero, por supuesto) servidos sobre una injera, nombre que recibe el crepe típico etíope. Platos como el misir wot (lentejas rojas con salsa de berberes), for for alitcha (ternera estofada con trocitos de injera con salsa suave) o al mandi (cordero asado con arroz) se puede tomar en Hanan.
Senegal. Ambiente modesto pero muy hospitalario, como indica su propio nombre en senegalés. Así es La Teranga, un restaurante subsahariano en pleno barrio de Lavapiés que ofrece una breve carta con especialidades como el mafe (arroz con carne y patata guisada y una salsa de cacahuete) o el thieboudienne (arroz con pescado y verduras). Y para beber, el autóctono bissap, bebida roja hecha con flor de hibisco, o el bouy que se hace con un fruto del árbol baobab.
Su mesa es una explosión de colores
Arabia Saudí. Sin duda, Al-Jaima, de apellido ‘La cocina del desierto’ es uno de los árabes más auténticos de Madrid y está en el corazón de Chueca. El interior del restaurante recrea la estética beduina simulando tiendas de campaña del desierto, y su carta, de sabores y aromas bien exóticos, propone delicias como hummus, mutaabal, cuscús y tajín, entre otros muchos.
Líbano. En la terraza de la Casa Árabe y con vistas al Retiro. Así es uno de los restaurantes libaneses más auténticos de Madrid. Es Shukran, conocido por una comida sabrosa en la que destacan platos como la ensalada Fatoush, las fatayer o empanadas libanesas y el falafel.
Turquía. El restaurante Omar representa la cocina turca de calidad en un ambiente de estética costumbrista. No faltan especialidades de su gastronomía popular, a base de carnes al carbón, platos vegetarianos, panes caseros y la compañía de la danza del vientre de fondo (en las noches de viernes y sábados). Entrantes como su yogur con especias (haydari), pides de Lahmacun (especie de pizza de carne picada, cebolla, tomate y pimiento) o el Beykoz Kebap (ternera envuelta en tiras de berenjena) forman parte de su larga lista de especialidades.
Irán. El restaurante Esfahan es una modesta casa de comidas al estilo persa, con alfombras que decoran las paredes a modo de zócalo y motivos traídos desde Irán. Se sirven delicias como brochetas de carne a la barbacoa, guisos tradicionales como krufte tabrizi (albóndigas de carne y verdura), baghali polo (cordero al horno), mucho arroz basmati y dulces caseros.
India/Pakistán. Hace tiempo que Lavapiés dejó de ser el barrio más castizo de Madrid para ser el más multicultural. Tanto que hoy es el corazón del Little India de la ciudad, con representantes como Nueva Delhi, conocido por su cocina de estilo indo-paquistaní. En su carta destacan platos como el pollo tandoori o el seekh kebak (que no es un kebab sino una brocheta de carne picada de cordero).
Sabrosas croquetas caseras vegetales... nos encanta el falafel de Es Shukran
Tailandia. Fusión de aromas, sabores, texturas y mucha, mucha especia en la carta de Krachai, auténtica cocina tailandesa en la zona de Alonso Martínez. Para comprobarlo, basta con pedir el tung krapao (langostinos con chile y albahaca) o el panaeng nua (tiras de solomillo de ternera al curry rojo estilo panaeng), por citar solo algunos de su extensa y cuidada carta, en la que clasifican la intensidad del picante con la letra ‘P’ (una equivale a poco picante, cuatro, a muy picante).
China. Además del auténtico restaurante chino que hay en los bajos de Plaza de España (por cierto, su nombre real es Zhou Yulong), existen otras opciones que nos trasladan directamente a una mesa del lejano oriente. Es el caso de El Pato Laqueado, abierto en Madrid allá por el año 2000, y cuya especialidad no podía ser otra que la que da nombre, además de una sabrosa selección de dim sum y otras delicias.
Corea. La oferta coreana parece abundante en la ciudad, pero hay un restaurante que, aunque modesto y atípico (su interior es el de una antigua tasca castiza), destaca por encima de otros gracias a su cocina clásica coreana. Es Seoul, y sus tallarines chabche o el cerdo a la parrilla tanguyuc son algunos de los culpables de su éxito.
Vietnam. En Le Petit Hanoi uno puede empezar a introducirse en la esencia de la cocina vietnamita, donde los rollitos vegetarianos, las sopas de fideos y los diferentes arroces forman parte de su fundamento.
Japón. Hattori Hanzo es uno de los últimos en llegar a la ciudad y el primero en recrear una auténtica izakaya japonesa, o lo que es lo mismo, puestos callejeros de comida como los que hay en el mismísimo Tokio. Pero también es un restaurante con tatami. En la carta, nada de sushi, sino tapas al estilo nipón, como los nikuman (panes rellenos de carne, gambas y verdura) o las chikuna (surimi de alga azul en tempura).
¿Todavía no has probado el Okonomiyaki?
Australia. El espíritu de los cafés de Sídney está más cerca de lo que pensamos: en pleno corazón del barrio de Conde Duque, porque Federal Café recrea su ambiente y su cocina, fusión de recetas anglosajonas y productos internacionales de tendencia ecológica y artesanal. Uno de sus clásicos es la hamburguesa de canguro (porque en Australia, los canguros también se comen).
http://www.traveler.es/viajes/placeres/articulos/37-restaurantes-internacionales-para-dar-una-vuelta-al-mundo-sin-salir-madrid/6688